EN EL JARDIN DE GAULTIER
Una mañana, Jean Paul Gaultier entró en su «Factory».
Era grande, viva y alegre.
Y pensó en el farniente.
Y se dijo: «Es hora de que las mujeres y los hombres se junten».
El primer día, creó un jardín. Se convirtió al instante en un jardín encantado, el vivo reflejo de una mente libre, desenfrenada.
El segundo día, creó La Belle y Le Beau. Inspirados en Classique y
Le Mâle, pero desnudos como en el origen. ¡Y no pasan nada de frío! Se aprecia bien en sus miradas...
El tercer día, creó pecados maravillosos, tiernos e irresistibles.
El cuarto día, descansó.
En su jardín, la fiesta alcanzaba su apogeo. Todos se descubrían entre sí y a sí mismos.
¡Y qué bien olía!
FRASCO
Jean Paul Gaultier creó el frasco de La Belle y el frasco apareció. ¿Su forma? La de un busto desnudo. Una mezcla de rojo y rosa, muy carnal, que evocaba tanto el pudor como el libertinaje más empedernido. Un único collar de rosas vestía el cuello del frasco, como una invitación muy sugerente a despojarse de una última prenda...
Después, Jean Paul Gaultier creó el frasco de Le Beau y el frasco apareció. ¿Su forma? La de un torso desnudo de un color verde iridiscente. Una hoja de vid dorada se posaba donde se perdía la mirada.
Jean Paul Gaultier contempló los hermosos bustos y dijo: «Estos dos están hechos para sucumbir a la tentación».
Y así era.
ESTUCHE
Jean Paul Gaultier creó el estuche de La Belle y el estuche apareció en el jardín. Era de un verde sutil, casi de almendra. Entre el follaje de este curioso edén, combinaba con todo. Sus letras doradas brillaban y la tentación de tocar este fruto, ni tan siquiera prohibido, era intensa.
Jean Paul Gaultier creó el estuche de Le Beau y el estuche apareció bajo un arbusto. Su verde esmeralda era tan intenso que recordaba todo lo lujoso de este mundo. Sus letras doradas centelleaban como la miel del deseo original.
Jean Paul Gaultier contempló los dos estuches y dijo: «Aquí todo es carnal, hasta estos estuches».
Y tenía razón.
PERFUME
Jean Paul Gaultier abrió el estuche de La Belle, tomó el frasco y respiró la esencia del perfume. Irradiaba un aroma a vainilla oriental; una vainilla tan fresca que saciaba la sed del alma. Percibió también un vetiver en el que despuntaba el milagro de una nota afrutada de pera.
Jean Paul Gaultier abrió el estuche de Le Beau y lo olió cerrando los ojos. La fragancia a madera de coco llamaba al farniente. La bergamota y el haba tonka, por su parte, murmuraban que relajarse y dejarse llevar era el pecado más reconfortante.
Jean Paul Gaultier inhaló los dos perfumes a la vez y dijo: «Juntos son perfectos. Que así sea para siempre».
Y así se creó el mundo.
PERFUMISTAS
Quentin Bisch e Sonia Constant se teletransportaron al jardín de Gaultier. Como les gusta harcelo, están impregnados de este insólito universo, relajante y exótico. Los que aman tanto disfruta recorriendo el mundo y lo conoce tan bien, regresaron maravillados de este nuevo país, con La Belle y Le Beau en la cabeza. Y ya sabemos que la cabeza no queda muy lejos de la nariz..
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